Mi Gató Mallorquín: Cómo Rescaté una Receta Ancestral (y por qué te Enamorarás de ella)

Introducción: El día que el Gató me robó el corazón.


Recuerdo la primera vez que probé un auténtico Gató en una panadería escondida de Palma. Era una tarde de verano, el aire olía a sal y almendras tostadas, y con cada bocado sentí que viajaba en el tiempo. Hoy, desde mi cocina —y con las manos llenas de harina de almendra—, quiero compartir contigo no solo la receta, sino la historia íntima de este bizcocho que me obsesionó hasta dominarlo. ¿Sabes lo mejor? Ni siquiera necesitas harina de trigo.


La receta que casi se pierde: cómo el Gató llegó a mi vida

Cuando investigué sus orígenes, descubrí que el Gató es un viajero: nació como el “gâteau” francés, pero los mallorquines lo hicieron suyo al sustituir la harina por almendra molida (¡genial para celíacos!). En mi video, cuento cómo probé versiones en diez pastelerías de la isla hasta entender su alma: esponjoso pero denso, dulce pero con un toque picante de canela, y ese aroma a limón que te transporta a un huerto mediterráneo.

Confesión 🥄: La primera vez que lo hice, las claras se me bajaron… ¡y quedó plano como una tortita! Por eso en el tutorial insisto: “Usad un bol impecablemente seco, y batid como si la vida dependiera de ello”.


Mis ingredientes: Lo que aprendí tras 15 intentos fallidos

  • 250 g de harina de almendra (no cualquiera: debe ser molida fina, como la que venden en las cooperativas mallorquinas).
  • 250 g de azúcar (sí, parece mucho, pero la almendra es amiga de lo dulce).
  • 7 huevos a temperatura ambiente (los separo con la cáscara, como me enseñó una abuela en Valldemossa).
  • Ralladura de 1 limón ecológico (¡nada de blanquecina! Solo lo amarillo, o amargará el postre).
  • 1 cucharadita de canela (la de Ceilán, que es más aromática y menos picante).

Paso a paso: Los secretos que no vienen en los libros

1. Separar huevos: La ceremonia que decide todo

En el video, verás que uso un separador de yemas, pero en casa a veces lo hago con la cáscara (¡como me pilló la cámara en directo!). Las claras a punto de nieve son sagradas: si quedan líquidas, el Gató será un ladrillo. Por eso siempre digo: “Batid hasta que al dar la vuelta al bol… ¡no se mueva!”.

2. Integrar con amor (y una espátula de silicona)

Aquí está mi truco: añade la harina de almendra en tres veces y mezcla con movimientos de “plegado” desde el fondo. ¿Por qué? Porque así no aplastas las burbujas de aire de las claras. En el minuto 4:32 del video, verás cómo la masa queda como una nube dorada… esa es la textura que buscamos.

3. Horneado: El momento mágico (y mi drama con los hornos)

Mi horno es viejo y temperamental, pero descubrí que 170°C durante 30 minutos funciona casi siempre. Eso sí: si tu horno calienta más por abajo (como el mío), coloca el molde en la rejilla del medio. Y cuando espolvorees azúcar glass al final… ¡hazlo en caliente! Así se forma una costra crujiente que recuerda a los hornos de leña.


Cómo sirvo YO el Gató: Ideas que enamoran

  • Con helado de almendra casero (te enseñaré la receta pronto… ¡es una locura!).
  • Bañado en miel de romero (una idea que robé de un mercadillo de Inca).
  • En invierno, con chocolate a la taza espeso (y un chorrito de ron, ¡como hacía mi tío!).

Por qué esta receta es mi tesoro

El Gató me enseñó que la repostería tradicional no es sobre perfección, sino sobre memoria. Cada vez que lo hago, pienso en esas abuelas mallorquinas que batían claras a mano, en los almendros floreciendo en febrero, y en cómo un simple bizcocho puede unir siglos de historias.

👉 ¿Listo para crear tu propio Gató? Aquí tienes mi video donde lo explico TODO (hasta cómo salvar el postre si se te pega al molde 😉):
VIDEO: Mi Gató Mallorquín (con errores incluidos 🎬)

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Bonus para mis foodies rebeldes 🎸: ¿Sabíais que en algunos pueblos le ponen una pizca de pimienta negra? Yo lo probé… ¡y es una bomba de sabor!


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